lunes, 9 de diciembre de 2013

Anécdota

Cuando tenía siete años estaba jugando con mis primos en mi casa. Esta tenia un gran ventanal con largas cortinas color burdeo. Este ventanal conducía a un gran patio con piso de cemento, en el que se encontraban juegos tales como un resbalín y varios columpios. Como niños que eramos con mis primos nos encantaba pasar horas y horas en los juegos inventando historias y hacer competencias como quien llegaba más alto en un columpio o quien llegaba primero hacia los juegos. Era tal la emoción y las ganas de ganar una de estas competencias que al ir todos corriendo a cruzar el ventanal, me adelanté, y al no percatarme de que las espesas cortinas cubrían enteramente el ventanal. No alcancé a reaccionar y este se encontraba cerrado. Por lo que al colisionar con el vidrio del ventanal lo quebré y cada uno de los vidrios cayeron sobre mí. Toda mi familia que se encontraba en el living de mi casa corrió preocupada y curiosa sobre el fuerte estruendo de vidrios rotos. Asombrosamente ninguno de estos vidrios me hirió de gravedad, solo raspones en una de mis rodillas causados por la caída de mi cuerpo al piso. Nada que un parche y un dulce no podría solucionar.

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